Cuando partió, su sombra marcaba cada hora en la arena, todos los días.
No puso atención a la hora del té,
si prefería una o dos cucharadas de azúcar,
si despedazaba el pan tostado o le daba una gran mordida.
Cuando se fue, su sombra no se despegaba de sus pies, aunque el sol la movía.
Notó que sonaba en la grabadora aquella canción con la que lloraba su madre.
Puso atención en cada detalle de ese último día,
recordaba que apoyó el pié izquierdo al levantarse de la cama,
que al caminar sin sandalias se golpeó el meñique con una pata de la cama
y que al salir a la puerta su mirada se perdía, se iba,
se iba en la balsa que era de los dos,
se perdía viendo como remaba lejos de horas del té desatentas,
lejos de pan tostado sin mermelada.
Y ahí se quedó, marcando cada hora con su sombra,
añorando saber si prefería una o dos cucharadas de azúcar,
por lo menos para no extrañarle, para tener aunque sea un recuerdo....
-Chava Sánchez Sámano-
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